Clases en Japón - Parte IV

Después de varios días yendo a casa del sensei, tomamos un descanso de dos días, los cuales aprovechamos para dedicarlos a planes libres, y aunque los propósitos de cada uno nos llevaron a realizar diferentes actividades, no dudamos en visitar juntos unas de mis tiendas favoritas de material artesanal para la pintura y caligrafía, situadas ambas en la misma calle, Nijo, muy cerca del Kamogawa. 
   Estas alucinantes tiendas son un delirio para los que amamos el arte oriental y para muchos fue casi imposible contener su deseo de comprar todo lo que en ellas podías encontrar, pues para nosotros, un lugar así es imposible de imaginar en nuestras ciudades. Nos llevó mucho tiempo, ya que era importante pensar bien qué era lo realmente necesario llevar a España (y en su consecuente bulto y peso) ya que ya habíamos recibido una gran cantidad de utensilios por parte de Hikita Sensei, todos ellos de origen chino y de muy buena calidad. Nos centramos entonces en los artículos característicos de cada una de las tiendas, buscando algo diferente a lo que ya teníamos y además que fuera realmente de utilidad: papeles decorados con todo tipo de motivos, tanzaku y shikishi y sus originales soportes, tintas de color metalizadas, pliegos de papel chiyogami con todo un abanico de colores e impresiones que te hacían más difícil elegir…. Y más de algún pincel fue una tentación que acabó dentro de la bolsa de la compra de más de uno.
Deseando que llegara ya la próxima clase, ese domingo nos reencontramos con nuestro querido maestro, y en esta ocasión pudimos conocer además a su joven hija Kaori-chan, quien estuvo tomando fotos durante la clase para posteriormente regalarnos un álbum con los mejores recuerdos del día, con un lindo arigatou escrito de su puño y letra en la portada. Nos llegó al alma, Kaori-chan, gracias.

Después de haber practicado varios días con un tipo de pincel, llegó el momento utilizar uno más pequeño y fino, el kofude, y así comenzar con la escritura de las cuatro estaciones en hiragana, que nos sirvió como ejemplo para el aprendizaje del kana. Nakamura-san nos dio a elegir a cada uno de entre una variedad de pinceles pequeños encontrados en una de las mesas; y después de observar atentamente las direcciones marcadas por Hikita Sensei, pudimos comenzar a repetir sus pautas. Al igual que nos ocurrió con la toma del pincel grande, el kofude lo usamos de manera diferente a la que nosotros estábamos acostumbrados, y eso nos gustó porque nos dimos cuenta de la riqueza ganada en nuestros trazos en cuanto a registros dependiendo de cómo sujetábamos nuestro pincel.
   También nos enseñaron la importancia de la utilización de la tinta en barra, sumi, sobre todo a la hora de trabajar la escritura kana, ya que con ella se obtiene la variación de negro a gris óptima para alcanzar la auténtica belleza en estas delicadas y pequeñas letras. Para ayudarnos a entender mejor sus explicaciones, el maestro sacó de uno de los muebles del estudio varios cajones rebosantes de barras de tintas de todos los tamaños y formas, muchas de ellas perfectamente decoradas e incluso nos mostró algunas muy antiguas. Acto seguido, Nakamura-san nos hizo una demostración sobre la manera correcta de moler la barra de tinta sobre el suzuri. Se tarda tiempo hasta conseguir la cantidad suficiente para trabajar y el espesor y consistencia deseados. Añadió unas pequeñas gotas de agua sobre la parte alta del suzuri para luego frotar en círculos la barra a fin de deshacerla, con la suavidad y delicadeza necesarias, y al mismo tiempo nos íbamos enterando de cosas aún más interesantes sobre su elaboración, así como de su conservación.

  • Botón

  • Botón
  • Título de diapositiva

    Escriba su subtítulo aquí
    Botón
  • Título de diapositiva

    Escriba su subtítulo aquí
    Botón
  • Título de diapositiva

    Escriba su subtítulo aquí
    Botón
  • Título de diapositiva

    Escriba su subtítulo aquí
    Botón
Volviendo a la práctica, una dificultad añadida al ejercicio de escritura consistió en conectar con una línea delicada pero visible las dos letras (en realidad sílabas) que componían cada uno de los nombres de las estaciones del año en japonés: haru, natsu, aki y fuyu. Algo nuevo para muchos, ya que este tipo de escritura ininterrumpida, llamada renmen, no todos han podido aprender aún durante mis clases. A todos nos gustó la sensación que provoca en uno cuando se realiza esta escritura tan sutil.

Mientras todos nos concentrábamos en nuestros respectivos trabajos, el maestro aprovechó la presencia de Luciana aquel día, para compartir con ella algunos de sus conocimientos acerca de la pintura, y después de ofrecerle su caja de acuarelas gansai, la dejó trabajando en la mesa donde se encontraba sentada, en el suelo, para que trabajara la pintura de algunos crisantemos y hablar también sobre los nudos del bambú y sus ramitas. De vez en cuando la observaba, algo que conseguía sacarme una sonrisa, ya que siempre disfruto de verla tomar su pincel. Me alegré muchísimo de que estuviera allí al fin, compartiendo cada momento con nosotros, pues sin ella sentía que faltaba algo. Como el campo estudiado por Luciana no era precisamente la caligrafía, Hikita Sensei no dudó en mostrarle algunos libros dedicados a la pintura publicados por su maestro y también desenrolló varias de las piezas que custodiaba, para que ella pudiera disfrutarlas y, cómo no, analizarlas y así aprender de ellas.
El tiempo volaba, y muy a nuestro pesar, llegaba el último día de práctica en la que ya nos sentíamos como en nuestra propia casa, gracias a sus atentos y cariñosos anfitriones. Muchos ya comenzábamos a echar de menos este lugar y a su familia incluso antes de entrar, pero rápidamente la alegría volvía a apoderarse de nosotros en cuanto Hikita Sensei nos daba los buenos días y Hiroko-san nos animaba a subir al estudio mientras nos saludaba con sus profundas reverencias. En realidad, no podíamos ser más felices…
Share by: