Clases de shodo en japon - Parte V

El último día comenzamos la práctica retomando el trabajo del día anterior, pero al poco de estar practicando, el maestro vio necesario mostrar cómo darle el tratamiento de engrudos a las piezas, llamado urauchi 裏打ち.
Esta técnica consiste en preparar un ligero engrudo de arroz y agua en unas dosis concretas y que, una vez extendido con sumo cuidado sobre un papel más grueso que la pieza a enmarcar, previamente humedecida y estirada con muy poca agua vaporizada ayudada de varias paletinas (noribake) de diferentes durezas de pelo, conseguirían tras el pegado de ambos papeles y después de un día de secado sobre una madera, que la obra perdiera toda arruga provocada de manera natural por el rastro de tinta sobre el fino papel de fibras vegetales, y que, además, le aportarían consistencia y durabilidad.
  
Y para completar este valioso aprendizaje, también nos hablaron de otra técnica para llevar a cabo el mismo fin, pero que utiliza en este caso un tratamiento alternativo, más rápido y acorde a las exigencias contemporáneas. Este otro tipo de urauchi se realiza con un tipo de papel previsto en una de sus caras con una sustancia que reacciona ante las altas temperaturas. Con sólo el calor de una plancha para la ropa, y procurando que los gestos fueran siempre desde dentro hacia fuera del papel, se puede obtener un resultado similar y con menos pasos

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Gracias a que pudimos tomar grabaciones de todo el proceso, podremos darle el acabado final que tanto necesitábamos y que estábamos deseando poner en marcha.
Lo mejor estaba aún por llegar. Nakamura-san se apresuraba en preparar unos papeles alargados y de grandes dimensiones sobre el suelo enmoquetado, y mientras Akiko nos iba traduciendo lo que el maestro nos contaba. Insistió en que no olvidáramos que su principal ocupación no era la docencia, sino la de ser calígrafo, y por ello, quiso honrarnos con una demostración en vivo de una transcripción de un poema chino antiguo caligrafiado por él, algo que provocó más de una lágrima de emoción. 

Debo decir que fue un momento tan crucial para mí, que con tan sólo verlo y sentir su respiración al son de sus expresivas pinceladas, me hizo entender de verdad por qué quería dedicarme en cuerpo y alma a la práctica, y de que tenía que ser junto a él. Sólo por este momento le estaré eternamente agradecida.
Debo recalcar que los conocimientos adquiridos durante esta inolvidable semana fueron muchos más que todos los aquí descritos; no sólo fue un aprendizaje técnico, sino que trascendió a lo más profundo de nuestros corazones, algo que me atrevería a afirmar que fue vivido por todos y que, a mi modo de ver, es el verdadero aprendizaje. Al menos así lo sentí y aún siento, porque sé que la implicación con esta práctica, llevada con entrega, respeto y humildad logran transformar tu alma, y aún más si es de la mano de un gran maestro, como sin duda lo es Hikita Sensei.
Ahora, ya de vuelta, él está presente en cada uno de nosotros, cada día y en cada momento que le dediquemos a estudiar sus enseñanzas, y que no es otra que la saber ser a través del camino de la escritura.
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