En China pueden reconocerse alrededor de trescientas variedades de bambúes, dentro de los cuales recomiendo detenerse a mirar, sin apuros, los bambúes negros que son de singular belleza. El bambú posee un tipo de estructura que es a la vez fuerte y flexible, por lo cual es irrompible en la zona de los nudos, pero al mismo tiempo la totalidad del tallo cede complaciente frente a la llegada de los vientos: se dobla hasta llegar a tocar el suelo sin quebrarse jamás. Sus tallos huecos nos recuerdan que no importa cuánto sepamos, el espacio vacío es siempre una condición imprescindible para seguir aprendiendo. Aconsejan los maestros pintar el bambú, para luego convertirse en él. Al respecto, Daisetz T. Suzuki explica:
“Convertirse en bambú y olvidar, en el momento de dibujarlo, que se es uno con él, esto es el zen del bambú, esto es moverse «con el rítmico movimiento del espíritu» que reside tanto en el bambú como en el propio artista”
(Suzuki; 2010, p. 31).
El sumi-e se aprende practicando constantemente pero también descansando cuando se es necesario, se aprende con la observación de los bosques de bambúes y apreciando la obra de los grandes maestros. Para este último accionar, quiero recordar los dos grandes estilos que pueden reconocerse en este arte. El Gongbi 工笔que es la pintura del pincel fino, característico por el sometimiento de los colores al campo previamente definido por las líneas magistralmente realizadas. Y el estilo del Xieyi 寫意畫que entronca más bien con la vertiente pictórica, gestual y espontánea, en el que la mancha fluye de manera autónoma sobre el pliego del papel. Así podremos encontrar bambúes pintados con líneas y con manchas, pero en ambos casos, se caracterizarán por haber sido realizados por una pincelada única.
Este último concepto desarrollado en el
“Discurso acerca de la pintura por el monje calabaza amarga”
por el maestro
ShihT’ao
(1642 – 1707) es un trazo que, en su propia génesis, no admite corrección y que, por lo tanto, requiere de unas condiciones basadas en una experiencia transitada de forma consciente. Una pincelada que, una vez ejecutada, es irrevocable, no puede ser corregida, ni mejorada, sino tan solo olvidada. Por esta razón la pincelada única, da cuenta del momento presente, uniendo en el instante de su ejecución lo real exterior con la verdad interior, procurando describir las formas del universo y mucho más.
Dicen los maestros que a través del estudio consciente de "Los cuatro honorables caballeros", el pintor conoce los movimientos específicos del pincel y lo dota de la suficiente destreza técnica como para pintar cualquier elemento que la naturaleza ofrezca. Así también podremos encontrar un amplio repertorio de motivos dentro de los paisajes orientales: lejanas montañas, cascadas de agua que fluyen sobre las rocas, nubes que esconden pinos, pájaros que descansan sobre las ramas, entre otros temas clásicos.