El arte de la pintura en Oriente

El arte de la pintura en Oriente

“El propósito de las palabras es transmitir ideas.
Cuando las ideas se han comprendido
Las palabras se olvidan.
¿Dónde puedo encontrar un hombre 
que haya olvidado las palabras?
Con ese me gustaría hablar”

CHUANG-TZU

En este breve texto me referiré a ciertas características propias de la pintura japonesa, la cual se remonta a los orígenes de la fecunda tradición china. Si bien, ambas vertientes tienen sus especificidades, comparten el hecho de estar relacionadas al Budismo Zen, situando este arte pictórico en un lugar privilegiado dentro de las prácticas cotidianas de Oriente. En palabras del Prof. François Cheng “En China arte y arte de vivir son una misma cosa” (Cheng; 2010, p. 11) y la pintura ocupa un lugar supremo entre todas estas artes. Esta disciplina fue expandiéndose también por Occidente y en la actualidad resulta de especial importancia como práctica pictórica de inagotables posibilidades expresivas.

Sumi-e 墨絵 es la palabra japonesa que designa “tinta 墨”(sumi) y “pintura絵” (e) y alude a una técnica ancestral monocromática de carácter eminentemente naturalista, que persigue la síntesis de las formas pautadas de la naturaleza, a través de un único trazo del pincel. Pero esta no es la única técnica asociada a las prácticas pictóricas orientales, también puede reconocerse el Suiboku-ga水墨画, pintura con tinta negra pero con la inclusión de un toque de color y el Zenga 禅画, arte más tardío, que comenzó a difundirse a partir del siglo XIII en los templos Zen como apoyo a la meditación de los monjes.

Para iniciarse en el estudio del sumi-e, el discípulo debe estudiar en orden los motivos fundamentales que han sido denominados “Los cuatros honorables caballeros”. Este grupo está conformado por el bambú 竹(take), la orquídea silvestre蘭(ran), el crisantemo 菊(kiku)y el ciruelo florido梅(ume), los que se estudian repitiendo una y otra vez las pinceladas únicas que los definen y caracterizan. En ellos están contenidas todas las pinceladas para representar el universo y se asocian con ciertas virtudes muy valoradas en Japón. El bambú, por ejemplo, que simboliza el verano, es uno de los temas preferidos de quienes estudiamos esta ancestral técnica y es un claro ejemplo de cómo los temas pictóricos van mucho más allá de su mera representación visual. 
En China pueden reconocerse alrededor de trescientas variedades de bambúes, dentro de los cuales recomiendo detenerse a mirar, sin apuros, los bambúes negros que son de singular belleza. El bambú posee un tipo de estructura que es a la vez fuerte y flexible, por lo cual es irrompible en la zona de los nudos, pero al mismo tiempo la totalidad del tallo cede complaciente frente a la llegada de los vientos: se dobla hasta llegar a tocar el suelo sin quebrarse jamás. Sus tallos huecos nos recuerdan que no importa cuánto sepamos, el espacio vacío es siempre una condición imprescindible para seguir aprendiendo. Aconsejan los maestros pintar el bambú, para luego convertirse en él. Al respecto, Daisetz T. Suzuki explica: “Convertirse en bambú y olvidar, en el momento de dibujarlo, que se es uno con él, esto es el zen del bambú, esto es moverse «con el rítmico movimiento del espíritu» que reside tanto en el bambú como en el propio artista” (Suzuki; 2010, p. 31).

El sumi-e se aprende practicando constantemente pero también descansando cuando se es necesario, se aprende con la observación de los bosques de bambúes y apreciando la obra de los grandes maestros. Para este último accionar, quiero recordar los dos grandes estilos que pueden reconocerse en este arte. El Gongbi 工笔que es la pintura del pincel fino, característico por el sometimiento de los colores al campo previamente definido por las líneas magistralmente realizadas. Y el estilo del Xieyi 寫意畫que entronca más bien con la vertiente pictórica, gestual y espontánea, en el que la mancha fluye de manera autónoma sobre el pliego del papel. Así podremos encontrar bambúes pintados con líneas y con manchas, pero en ambos casos, se caracterizarán por haber sido realizados por una pincelada única. 

Este último concepto desarrollado en el “Discurso acerca de la pintura por el monje calabaza amarga” por el maestro ShihT’ao (1642 – 1707) es un trazo que, en su propia génesis, no admite corrección y que, por lo tanto, requiere de unas condiciones basadas en una experiencia transitada de forma consciente. Una pincelada que, una vez ejecutada, es irrevocable, no puede ser corregida, ni mejorada, sino tan solo olvidada. Por esta razón la pincelada única, da cuenta del momento presente, uniendo en el instante de su ejecución lo real exterior con la verdad interior, procurando describir las formas del universo y mucho más.

Dicen los maestros que a través del estudio consciente de "Los cuatro honorables caballeros", el pintor conoce los movimientos específicos del pincel y lo dota de la suficiente destreza técnica como para pintar cualquier elemento que la naturaleza ofrezca. Así también podremos encontrar un amplio repertorio de motivos dentro de los paisajes orientales: lejanas montañas, cascadas de agua que fluyen sobre las rocas, nubes que esconden pinos, pájaros que descansan sobre las ramas, entre otros temas clásicos. 
El ejercicio continuo del sumi-e incide directamente en la conexión entre el estado del cuerpo y el del espíritu, que para el mundo oriental son una misma cosa: somos una unidad. Su práctica consciente favorece el autoconocimiento y se trabajan principios muy valiosos como el desapego, la espontaneidad, la austeridad y sobre todo se desarrolla la intuición y la sensibilidad. Estos conceptos son los que constituyen los rasgos más notables no sólo del sumi-e, sino también del shodo書道(el camino de la escritura) técnicas que comparten no sólo los materiales de trabajo (pincel, tinta, tintero y papel), sino que ambas prácticas forman parte de una misma esencia. 
De hecho los buenos pintores, son al mismo tiempo talentosos calígrafos. Un claro ejemplo de ello, es la obra del pintor y calígrafo chino ShihT’ao, nombrado anteriormente, y de quien les dejo una de sus obras para contemplar la profunda belleza de este maravilloso arte.




Artículo escrito por Luciana Rago, publicado en la revista Verdemente - octubre 2013

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