Las clases continuaron por varios días, siempre por la mañana, para aprovechar la buena luz y la energía de las primeras horas del día. Y para cada una de las clases, Hikita Sensei nos tenía preparado un nuevo trabajo a fin de poder hacer un pequeño recorrido por el estudio de ciertos estilos caligráficos.
Aprovechando estos descansos, Hikita Sensei nos hizo entrega a todos de material variado para que pudiésemos llevarlo a Madrid y así poder continuar con todo lo aprendido. Su generosidad fue tan bella que incluso no dudó en tener en cuenta a aquellos alumnos que no pudieron venir con nosotros en aquel momento para que les lleváramos parte del material de su parte.
Además, estos instructivos descansos nos sirvieron para poder hacerle todo tipo de preguntas sobre las dudas surgidas sobre la práctica, así como de hablar con él sobre su trabajo. Nos habló de su abuelo, pintor, quien lo inició en el arte del sumi-e, y cuando hablaba de ello podíamos ver en su rostro un sentimiento de eterno agradecimiento hacia él por tan preciado legado. También nos mostró muchos trabajos de su maestro Tonomura Randen, quien dedicó su vida tanto a la caligrafía como a la pintura.
A través de sus kakejiku, makimono, shikishi, sedas… descubrimos un talento y estilo propios, que iban desde transcripciones de obras clásicas hasta piezas altamente creativas y coloridas, muy novedosas para todos nosotros.
Después del ejercicio en estilo kaisho, tocó el turno del llamado estilo de los escribanos o reisho, de uso exclusivo en su origen por los funcionarios de la antigua China (475 – 221 a.C.) y que surgió principalmente de la necesidad de transcribir documentos oficiales y ayudar a que la comunicación en aquel entonces fuera más rápida, fácil y fluida, provocando una significativa transformación y abstracción de los caracteres en estilo tensho que existían en aquel entonces, y que consiguió simplificar la morfología de los caracteres. A través de varias fotocopias extraídas de los libros del maestro y usando como ejemplo una caligrafía antigua en dicho estilo, pudimos aprender nuevos trazos, proporciones, equilibrios y manejo del pincel, todo ello, muy diferente a lo aprendido el día anterior.
A la hora del descanso, nos estaba esperando un copioso y suculento desayuno (y cada día fue diferente) para recobrar fuerzas y continuar. Hiroko-san procuró con mucho esmero y cariño que probáramos nuevos sabores, ya que todo eran platos japoneses, perfectamente presentados, y siempre acompañados de té, café y zumos de diversos sabores.